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domingo, 30 de enero de 2011

DIARIO DE A BORDO. PARTE I (en diferido)

Nunca antes había vivido en un barco. Desde lo más alto de él veo la puesta de sol mientras pienso en todo y en nada al mismo tiempo. Estoy completamente rodeada de agua y mis rizos se secan con la brisa del mar después de un largo pero maravilloso día de trabajo. Es mi cuarto día y finalmente siento entrar en rutina. Los dos primeros días fueron confusos, con fuertes lluvias y vientos que nos hicieron abortar buceos en más de una ocasión. Ahora por fin brilla el sol y el mar está tan en calma que le pone a una los vellos de punta. Tal vez está en calma porque está tomando carrerilla… está previsto un ciclón en la zona dentro de cuatro días. Un ciclón. Una vez vi uno en la tele y no estoy segura de que me apetezca estar en uno cuando me encuentro en un barco en mitad del mar. Pero no, la estrategia es otra; volvemos a puerto, nos acomodamos en un hotel y cenamos con un vinito. Es una buena alternativa… pero lo cierto es que no me quiero bajar del barco. Sólo la fuerza de un ciclón será capaz de hacerlo.

Mientras el ciclón se decide a venir o no yo disfruto de los encantos de vivir en un barco en mitad de la Gran Barrera. También disfruto de los desencantos, que los hay. Los últimos se reducen a la posibilidad de sentirte atrapada. Un día de lluvia y tormenta está bien, pero cuantos más días de lluvia, más pequeño se va haciendo el barco. Así de rápido aprendí que cuando se vive en un barco la buena compañía se hace imprescindible. Igualmente, la impresión de ver la lluvia caer y el viento soplar con fuerza desde mitad del océano es increíble. El barco se puede hacer más pequeñito, pero al tiempo se hace acogedor.


Y cuando sale el sol…. Oh cuando sale el sol. El mar queda en calma y mi alma le acompaña. Es entonces cuando las palabras se quedan cortas y las imágenes no hacen juicio. Hay que estar, verlo y sentirlo para poder creerlo. Con un día de sol y mar en calma todos los días de lluvia valen la pena. Para acercaros lo más posible a esta sensación os he dedicado un pequeño video…. Que lo disfruten :)

miércoles, 19 de enero de 2011

Mi puzzle es todo azul. Parte II


Mi puzzle es muy grande y tiene infinitas tonalidades de azul. A veces encuentro piezas de un azul dulce que cruzan mi corazón de lado a lado. En cambio otras veces el azul es frío, calculador y previsor. Miro las piezas de mi puzzle y se me ocurre que son como ríos, no importa lo grande que sean, el caudal que tengan o el tamaño que los defina, al final todos van a dar al mar y forman el gran puzzle de tonalidades azules que conocemos como la Tierra. Así son mis piezas, grandes y pequeñas, todas ellas importantes porque forman lo que al final es mi vida. 
Últimamente miro mucho entre todas mis piezas, las miro y juego con ellas pensativa. Hace no mucho una de ellas me llamó especialmente la atención. Tenía polvo, pero algo me animó a limpiarla así que le pasé el trapo y descubrí que era una pieza preciosa de un azul cálido. Me costó un rato reconocerla, hasta que me di cuenta de que era la pieza de una época de mi vida en Madrid. En solo una pieza pude ver los cortes de mi carrera como socióloga y viajé años atrás en mi memoria donde la universidad me llenaba tanto que no podía ni imaginar mi vida sin el tinte de la sociología. Ahora que estoy de vuelta en la universidad, donde he cambiado las discusiones políticas por la bata de laboratorio, me doy cuenta de que me es imposible escoger. Vuelta a los libros siento cómo desentierro los cosquilleos que me llevaron a construir una pieza tan bonita como la que vuelvo a sostener entre mis manos ahora. Con la pieza en la mano camino decidida a mi universidad, me siento frente a mi asesora de estudios y le digo 'Quiero matricularme en la Facultad de Ciencias Sociales'. Me mira algo confundida y yo le muestro mi pieza azul. Veo en sus ojos que la aprecia y que me entiende, así que me da los papeles para solicitar una doble licenciatura: biología marina, que pertenece a la facultad de ciencias, y estudios medio ambientales, que pertenece a la facultad de ciencias sociales.

Me espera un largo camino de papeleos, de ventanillas, de matriculas... pero de camino a casa en mi cara se dibuja una sonrisa. Camino con mi mano en el bolsillo, agarrando fuertemente la gran pieza azul que un día, sin darme cuenta, dejé que se perdiera entre las piezas de mi interior y le saliera polvo.

Mi puzzle es muy grande y tiene infinitas tonalidades de azul. Pero también tiene verdes y blancos... y estoy empezando a entrever que mi puzzle esconde un río. Me doy cuenta entonces de que no sólo soy mar, soy también río...  y es que al fin y al cabo, sin ríos no hay mar.


lunes, 13 de diciembre de 2010

Mi puzzle es todo azul. Parte I

Mi primer semestre acabó y el verano llegó a Australia. Los espumillones navideños se mezclan con el calor y el sonido de las cigarras, tan propio de mis veranos en Almería y tan impropio de mis Navidades en Madrid. Con sus rarezas Australia cada día me gusta más. Con todo lo que supone mudarse a un país lejano y a tan sólo seis meses de mi aterrizaje, poco a poco siento que mi cuerpo se acopla como la pieza de un puzzle por montar. Pasada la crisis de los dos meses y la crisis de los primeros exámenes las cosas empiezan a tener más sentido y todo parece un poco más fácil. Nunca nada es del todo fácil, pero mientras escribo sentada en este barco, digo... balcón, echo la vista atrás y me da gustito pensar en las subidas y bajadas de los últimos meses. Una de las mejores subidas ocurrió esta semana pasada y como no, el lugar no pudo ser otro que una isla...


Orpheus Island está localizada a dos horas al norte de Townsville en coche y veinte minutos en barco dirección este. Dicen que en la isla hay un resort de lujo en el que han estado personajes como Elton John pero yo, ajena al mundo de super lujo y celebridades, pasé mi estancia en la estación de investigación que tiene mi universidad. Como estudiante de biología marina esa estación supera con creces las cinco estrellas. El complejo consta de edificios de madera pintados de  verde y azul, a juego con el paisaje. Todo el equipamiento gira en torno a los investigadores, estudiantes y voluntarios que tienen la oportunidad de pasar días, semanas o meses en la isla. Los laboratorios están situados frente a la playa, alineados con tanques de agua que contienen corales, esponjas, peces o cualquier bicho marino que esté bajo la lupa de algún científico.

Lo que más me impresionó de la estación fueron la simplicidad y eficacia de las instalaciones. También me impresionó la cantidad de bichos por metro cuadrado,  entre las cucarachas de toda la vida se paseaban saltamontes hoja, insectos palo y escarabajos rinoceronte. Pero mis favoritas acabaron siendo dos ranas verde esmeralda que viven en dos agujeros junto a los lavabos. Se pasan todo el día ahí metidas, a veces por la noche salía una del agujerito y se sentaba junto a él a la espera de algún insecto despistado. Luego vuelta al agujero. Me pasé horas observando esas ranas... El documental casero que os ofrezco  aquí abajo muestra como una de las ranitas sale a cenar... y se queda con la pata de la cucaracha asomando por la boca. No tiene desperdicio, cuánta personalidad en una cosa tan pequeña.



 
Pero bueno, aunque le dediqué mucho tiempo, mi propósito en aquella estación  no eran los bichos terrestres sino ayudar a Steve en su investigación sobre esponjas marinas. Salí a bucear tres veces cada día en una barca de la estación junto con Eddie, el otro voluntario. El propósito de los buceos era recoger esponjas para el laboratorio y recoger larvas de aquellas a las que pusimos un curioso sistema de captura para los desoves en aguas abiertas. Una de las obviedades que descubrí esta semana ayudando en la investigación es que lo mismo da un estudio sociológico que un estudio científico, nunca nada sale como una espera. Steve ha conseguido recoger miles de larvas al día durante los últimos años, pero este año... no llegaron a mil en una semana. En lugar de respuestas Steve se enfrenta ahora a un montón de preguntas. En cambio yo, paradógicamente, en esos días encontré más respuestas que preguntas en lo que a mi respecta. Regresé de la isla algo más morena y con las ideas un poco más claras. El puzzle de miles de millones de piezas que forman mi cabeza es un fondo de tonalidades azules difícil de montar y tras regresar de Orpheus island tengo la sensación de haber colocado una pieza de esas que hace meses estás dándole vueltas y tratando de encajar. Aun así, todavía me quedan tantas... no nos engañemos, el puzzle de nuestra mente es infinito, pero no por ello hay que dejarlo a medias. Lo divertido es montarlo, no terminarlo ¿no?

(continuará...)
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