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domingo, 4 de diciembre de 2011

UN SÁBADO HECHO REALIDAD

Ayer hizo dos semanas que llegué a Lizard y era el día en que me marchaba de la isla. Hoy es lunes y aquí sigo. Las iniciales bromas sobre que nadie conseguiría sacarme de esta isla empiezan a mosquear a quienes me esperaban en Madrid el día 9 y a alguno que otro aquí en la isla. He aplazado mi marcha dos semanas. Ni más ni menos.


Echando la vista atrás desde el ecuador de mi estancia debo decir que estas dos semanas han sido bastante intensas. Los primeros días fueron relajados, salimos a bucear dos o tres veces al día y practiqué a conducir los barquitos de la estación. Luego nuestro supervisor se animó y decidió empezar un experimento nuevo, lo que supuso que mi compañero y yo nos pasáramos diez días diseñando el experimento, preparando todos los acuarios, los canales de agua, aire y demás para ponerlo todo en marcha. Luego empezamos un estudio piloto que pasó a ser como cien estudios piloto condensados en una semana. Una paliza difícil de explicar. Pero como decía mi hermana en mitad de un atasco en São Paulo, "siempre se está mejor aquí que en la oficina". Por suerte los laboratorios están al aire libre y en los descansos una puede ir a darse un baño a la playa. Perdón, playote.




El caso, después de dos semanas hasta arriba de trabajo y sin tocar mi regulador en diez días, nuestro supervisor organizó para que saliera a bucear al outer reef el sábado pasado. El outer reef es el borde de la Gran Barrera de Coral más lejano a la costa, donde se encuentra el abismo del arrecife de cara al océano Pacifico. Es la zona más virgen y menos perjudicada por los humanos a donde todo buceador que pisa Australia quiere ir. Y hasta allí que nos fuimos.


Dos barcos y nueve locos del buceo entusiasmados partimos rumbo al outer reef un sábado a las diez de la mañana. El sol brillaba y el viento soplaba a nuestro favor. Tres cuartos de hora más tarde llegamos a nuestro primer punto de buceo: Snake Pit. Bajamos a no más de 18m y vimos cientos de serpientes, nemos, un tiburón de punta blanca y como guinda final del pastel, durante los tres minutos de parada de seguridad mi compañera y yo nos vimos en el centro de un banco de barracudas. Nos rodearon y bailaron a nuestro  alrededor, haciéndonos girar en una espiral infinita. Mientras dábamos vueltas al unísono las barracudas, mi compañera y yo, mi corazón engrandecía al sentirme protagonista de tal bella escena. Al final, las barracudas continuaron su espiral bajo nuestras aletas y se marcharon en la misma paz rítmica con la que llegaron.

Ese fue mi primer buceo en el outer reef.


Después de aquello comimos unos sandwiches en mitad del océano, echamos unas risas e hicimos snorkel en un arrecife maravilloso. Luego partimos a nuestro segundo punto de buceo: Cod Hole. Este lugar se encuentra en un canal entre dos arrecifes y es famoso por lo fuerte que puede llegar a ser la corriente a veces. Nada más bajar dimos con un tiburón de arrecife y un montón de meros gigantes. La corriente era tan fuerte que por mucho que aleteara no me movía del sitio ni un poco. Tuve que hacer un esfuerzo soberano para poder avanzar 30 metros, si es que los alcancé. Dada  la situación, mi compañera y yo nos agarramos a una roca y nos arrodillamos en mitad de una explanada donde los meros se acercaban tanto a nosotras que parecían querer besarnos en los morros. E ahí el susto que me llevé cuando uno de ellos pensó que mi flash externo era comestible y le arreó un bocado que hizo que mis ojos casi se salieran de las órbitas mientras mi compañera sacaba fotos y se moría de la risa. Entre sus carcajadas y mis gritos bajo el agua creo que conseguimos llamar la atención de toda la comunidad de meros y acabamos completamente rodeadas por ellos. Como con las barracudas, mi compañera y yo volvimos a vernos bailando con peces bajo el mar :)

El día de buceo acabó con una tarde de pesca. No recuerdo cuándo fue la última vez que salí a pescar, me atrevo a afirmar que fue en el Mediterráneo, exactamente en Mojacar en compañía de mi padre y mi tío Coco. Desde luego, desde que soy vegetariana y no como pescado no había salido a pescar nunca. Hace ya unos meses que pienso en que me gustaría pescar un pez yo misma, cocinarlo y comérmelo, algo que al fin y al cabo no va en contra de las razones por las que me hice vegetariana


Aunque el sábado pasado tiré de la caña cuando el pez picó, uno se me escapó y al otro lo dejamos marchar... ¡Parece que todavía no ha llegado el momento de comer pescado! Lo cierto es que me gustaría hacerlo en Mojacar con mi tío y mi padre estas Navidades. Ya lo tengo todo planeado. Sólo me falta hacérselo saber a ellos ;) 


Y esta es la historia de cómo buceé el outer reef por vez primera y tiré de una caña como vegetariana. Ahora de vuelta en la estación las cosas parecen estar más tranquilas. El experimento está en marcha... y cada atardecer es más bonito que el anterior.

Un beso grande,

Marta
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