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domingo, 30 de enero de 2011

DIARIO DE A BORDO. PARTE II


Siempre quise saber cómo es vivir en un barco, cómo son la cocina, la ducha, los cuartos… así que este post es para quienes cómo yo se han preguntado alguna vez cómo es una casa flotante y nunca han tenido la oportunidad de ver una.






En un barco no puede faltar un capitán.


Tampoco puede faltar una salita en la que comer, leer, conversar y pasar el rato. Esta vez también nos acompaña la tele con el Open de Australia y las noticias. Hay dos ciclones de camino a Queensland y la televisión se hace imprescindible para poder estar al tanto. Pero de esto hablaré en el siguiente post…


La cocina está en manos de Susi, una chef estupenda que me prepara unos platos vegetarianos riquísimos ñamñam



¡¡¡Qué rica la ducha después de un día de buceo!!! El agua sale calentita y todo :)



Imprescindible una llavecita para que la nevera no se abra cuando el barco está en marcha.



Igual con todas las puertas, para que no anden dando portazos todas tienen una clavija que las mantiene quietecitas. Aunque  las olas del viaje de anoche consiguieron hacer saltar una de ellas...



Como en cualquier otra casa, llega la noche y con ello la cena. Entonces el atardecer puede ser así de impresionante.



Hora de dormir. Dulces sueños y hasta prontito...


DIARIO DE A BORDO. PARTE I (en diferido)

Nunca antes había vivido en un barco. Desde lo más alto de él veo la puesta de sol mientras pienso en todo y en nada al mismo tiempo. Estoy completamente rodeada de agua y mis rizos se secan con la brisa del mar después de un largo pero maravilloso día de trabajo. Es mi cuarto día y finalmente siento entrar en rutina. Los dos primeros días fueron confusos, con fuertes lluvias y vientos que nos hicieron abortar buceos en más de una ocasión. Ahora por fin brilla el sol y el mar está tan en calma que le pone a una los vellos de punta. Tal vez está en calma porque está tomando carrerilla… está previsto un ciclón en la zona dentro de cuatro días. Un ciclón. Una vez vi uno en la tele y no estoy segura de que me apetezca estar en uno cuando me encuentro en un barco en mitad del mar. Pero no, la estrategia es otra; volvemos a puerto, nos acomodamos en un hotel y cenamos con un vinito. Es una buena alternativa… pero lo cierto es que no me quiero bajar del barco. Sólo la fuerza de un ciclón será capaz de hacerlo.

Mientras el ciclón se decide a venir o no yo disfruto de los encantos de vivir en un barco en mitad de la Gran Barrera. También disfruto de los desencantos, que los hay. Los últimos se reducen a la posibilidad de sentirte atrapada. Un día de lluvia y tormenta está bien, pero cuantos más días de lluvia, más pequeño se va haciendo el barco. Así de rápido aprendí que cuando se vive en un barco la buena compañía se hace imprescindible. Igualmente, la impresión de ver la lluvia caer y el viento soplar con fuerza desde mitad del océano es increíble. El barco se puede hacer más pequeñito, pero al tiempo se hace acogedor.


Y cuando sale el sol…. Oh cuando sale el sol. El mar queda en calma y mi alma le acompaña. Es entonces cuando las palabras se quedan cortas y las imágenes no hacen juicio. Hay que estar, verlo y sentirlo para poder creerlo. Con un día de sol y mar en calma todos los días de lluvia valen la pena. Para acercaros lo más posible a esta sensación os he dedicado un pequeño video…. Que lo disfruten :)

miércoles, 19 de enero de 2011

Mi puzzle es todo azul. Parte II


Mi puzzle es muy grande y tiene infinitas tonalidades de azul. A veces encuentro piezas de un azul dulce que cruzan mi corazón de lado a lado. En cambio otras veces el azul es frío, calculador y previsor. Miro las piezas de mi puzzle y se me ocurre que son como ríos, no importa lo grande que sean, el caudal que tengan o el tamaño que los defina, al final todos van a dar al mar y forman el gran puzzle de tonalidades azules que conocemos como la Tierra. Así son mis piezas, grandes y pequeñas, todas ellas importantes porque forman lo que al final es mi vida. 
Últimamente miro mucho entre todas mis piezas, las miro y juego con ellas pensativa. Hace no mucho una de ellas me llamó especialmente la atención. Tenía polvo, pero algo me animó a limpiarla así que le pasé el trapo y descubrí que era una pieza preciosa de un azul cálido. Me costó un rato reconocerla, hasta que me di cuenta de que era la pieza de una época de mi vida en Madrid. En solo una pieza pude ver los cortes de mi carrera como socióloga y viajé años atrás en mi memoria donde la universidad me llenaba tanto que no podía ni imaginar mi vida sin el tinte de la sociología. Ahora que estoy de vuelta en la universidad, donde he cambiado las discusiones políticas por la bata de laboratorio, me doy cuenta de que me es imposible escoger. Vuelta a los libros siento cómo desentierro los cosquilleos que me llevaron a construir una pieza tan bonita como la que vuelvo a sostener entre mis manos ahora. Con la pieza en la mano camino decidida a mi universidad, me siento frente a mi asesora de estudios y le digo 'Quiero matricularme en la Facultad de Ciencias Sociales'. Me mira algo confundida y yo le muestro mi pieza azul. Veo en sus ojos que la aprecia y que me entiende, así que me da los papeles para solicitar una doble licenciatura: biología marina, que pertenece a la facultad de ciencias, y estudios medio ambientales, que pertenece a la facultad de ciencias sociales.

Me espera un largo camino de papeleos, de ventanillas, de matriculas... pero de camino a casa en mi cara se dibuja una sonrisa. Camino con mi mano en el bolsillo, agarrando fuertemente la gran pieza azul que un día, sin darme cuenta, dejé que se perdiera entre las piezas de mi interior y le saliera polvo.

Mi puzzle es muy grande y tiene infinitas tonalidades de azul. Pero también tiene verdes y blancos... y estoy empezando a entrever que mi puzzle esconde un río. Me doy cuenta entonces de que no sólo soy mar, soy también río...  y es que al fin y al cabo, sin ríos no hay mar.


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