Mi puzzle es muy grande y tiene infinitas tonalidades de azul. A veces encuentro piezas de un azul dulce que cruzan mi corazón de lado a lado. En cambio otras veces el azul es frío, calculador y previsor. Miro las piezas de mi puzzle y se me ocurre que son como ríos, no importa lo grande que sean, el caudal que tengan o el tamaño que los defina, al final todos van a dar al mar y forman el gran puzzle de tonalidades azules que conocemos como la Tierra. Así son mis piezas, grandes y pequeñas, todas ellas importantes porque forman lo que al final es mi vida.
Últimamente miro mucho entre todas mis piezas, las miro y juego con ellas pensativa. Hace no mucho una de ellas me llamó especialmente la atención. Tenía polvo, pero algo me animó a limpiarla así que le pasé el trapo y descubrí que era una pieza preciosa de un azul cálido. Me costó un rato reconocerla, hasta que me di cuenta de que era la pieza de una época de mi vida en Madrid. En solo una pieza pude ver los cortes de mi carrera como socióloga y viajé años atrás en mi memoria donde la universidad me llenaba tanto que no podía ni imaginar mi vida sin el tinte de la sociología. Ahora que estoy de vuelta en la universidad, donde he cambiado las discusiones políticas por la bata de laboratorio, me doy cuenta de que me es imposible escoger. Vuelta a los libros siento cómo desentierro los cosquilleos que me llevaron a construir una pieza tan bonita como la que vuelvo a sostener entre mis manos ahora. Con la pieza en la mano camino decidida a mi universidad, me siento frente a mi asesora de estudios y le digo 'Quiero matricularme en la Facultad de Ciencias Sociales'. Me mira algo confundida y yo le muestro mi pieza azul. Veo en sus ojos que la aprecia y que me entiende, así que me da los papeles para solicitar una doble licenciatura: biología marina, que pertenece a la facultad de ciencias, y estudios medio ambientales, que pertenece a la facultad de ciencias sociales.
Me espera un largo camino de papeleos, de ventanillas, de matriculas... pero de camino a casa en mi cara se dibuja una sonrisa. Camino con mi mano en el bolsillo, agarrando fuertemente la gran pieza azul que un día, sin darme cuenta, dejé que se perdiera entre las piezas de mi interior y le saliera polvo.
Mi puzzle es muy grande y tiene infinitas tonalidades de azul. Pero también tiene verdes y blancos... y estoy empezando a entrever que mi puzzle esconde un río. Me doy cuenta entonces de que no sólo soy mar, soy también río... y es que al fin y al cabo, sin ríos no hay mar.