Con esto de que ahora vuelvo a ser estudiante, he recuperado uno de los grandes beneficios que tenía enormemente olvidado: el descuento de estudiante. Qué gran descuento. Cines, transporte, hostales, museos, acuarios… Hoy, por fin, he obtenido mi carnet de estudiante. Toda una satisfacción. Eso sí, que nadie se crea que en los diez días que llevo en Australia una ha sido tonta. Durante estos días he paseado bajo el brazo con un papel que visto así de primeras podía parecer un papelucho de mierda, pero ese papelucho era ni más ni menos que la confirmación de mi plaza en la Universidad. En los autobuses, el acuario, el ferry… en todos estos lugares he entrado con el papelito divino grapado en la cara. Y alehop! Descuento al canto. Total, que he aprovechado para conocer un poco la zona.
El Acuario de Townsville presume de tener el acuario de arrecife de coral más grande del mundo, compuesto por dos millones y medio de litros de agua. La gracia de este acuario tan grande es que en la superficie está abierto al exterior y por tanto los tiburones, peces, corales y demás bichos acuáticos experimentan de manera natural el día y la noche, las lluvias y las tormentas del exterior. Además de este inmenso acuario existe uno que a pesar de ser mucho más pequeño, me gustó mucho más. Contenía corales que son fluorescentes bajo una determinada luz. Supe de esta maravilla por primera vez en el documental de “Expedición Océanos: El Mar Rojo” y parece ser un mecanismo que han desarrollado los corales para protegerse de los rayos del sol cuando estos son demasiado fuertes. Al menos, el documental insinúa que son resultado del calentamiento global. Sea así o no, no deja de ser algo sorprendente. En cuanto al resto del acuario, debo reconocer que no me dio más… Hasta ahora, el Acuario de Monterey en California es el más bonito que he visto, pero si queréis descubrir algunos de los acuarios más impresionantes del mundo podéis echar un vistazo a esta web. Hay fotos impresionantes.
Magnetic island es una isla situada a 25min en ferry de Townsville. Está tan cerquita que es como un barrio más de la ciudad, con unos 2.000 habitantes. El nombre de esta isla no debe pasar inadvertido. En 1770 el Capitán Cook - que le da nombre a mi Universidad - navegó junto a la isla y registró un efecto magnético en el compás que llevaba a bordo. Desde entonces se han hecho algunas investigaciones con instrumentales varios… pero desafortunadamente no se ha descubierto nada al respecto.
Lo cierto es que yo no me llevé mi brújula. El día que pasé allí lo aproveché para hacer una caminata en compañía de Nicole, quien me regaló la inmensa e inesperada sorpresa de ver un koala haciendo la fotosíntesis en la pica de un eucalipto. Lo que no vimos fueron cocodrilos y no lo digo por decir. Según los del hostal era mejor no meterse en el agua porque rondaban un par de cocodrilos por la zona y los locales estaban un poco moscas. Lo que más me jodió fue hacerles caso. Pasado el día conocimos a una familia de australianos que había hecho snorkel tan felizmente en una calita preciosa, ajena a la realidad. Ahí me di cuenta de que, tristemente, a veces es mejor no saber. “¿En qué momento le he tenido yo miedo a un cocodrilo, cago en la leche?” Pensé sentada en la parada de autobús… De la próxima visita a Magnetic island me apuesto una pierna con el bicho a que me meto en el agua.
En definitiva, el carnet de estudiante tiene futuro en mi bolsillo. Eso sí, sin olvidar que las cosas más valiosas son las que no tienen precio, como el anochecer en Magnetic Island - uno de los más impresionante de mi vida.
Un beso del revés,
martita
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martes, 29 de junio de 2010
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