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sábado, 31 de octubre de 2009

"BUCEAR PARA CREER"

Ayer tuve uno de esos buceos que entran en mi lista de buceos inolvidables. Me paro a pensar y me doy cuenta de que esta lista empieza a dejar de ser esa lista exclusiva de buceos que se cuentan con los dedos de una mano. Pero bueno, me digo, no dejan de ser buceos exclusivos, y desde luego me niego a reemplazar unos por otros. Me quedo con todos. Siempre he pensado que no hay buceo igual que otro. Cada vez que me enchufo un regulador a la boca y me sumerjo, disfruto de un viaje completamente diferente al anterior. Da lo mismo que el lugar sea el de siempre, hay tal infinidad de cosas por descubrir que necesitaría de la vida eterna para poder verlo todo. Y en realidad, ni así sería posible, porque el tiempo hace de los Océanos lugares de cambio permanente. Los cambios climáticos, la lucha por la supervivencia, el paso del ser humano y un futuro todavía sin escribir hacen de las profundidades una constante incógnita.
Pero bueno, volviendo a mi exclusivo buceo de ayer, todavía no entiendo muy bien cómo pude disfrutar tanto de un buceo en el que vi cosas que me parten el alma en dos. Supongo que es por la impresión del momento y la reflexión de después. Cuando algo no te deja indiferente, pasa a ser inolvidable. Mi compañera de buceo era Lindsey, la que sin duda sabe más de corales aquí en GVI. El objetivo de la inmersión era identificar corales; ella me señalaba uno y yo escribía en mi tablita el nombre del susodicho. Hicimos el descenso por una línea de boya que llevaba a una trampa de peces que habíamos localizado unas horas antes. Cuando llegamos abajo nos detuvimos a mirar el interior. A medida que me acercaba no acertaba a ver ningún pez y pensé “qué bien… no ha caído ni uno”, hasta que de repente vi revoloteando en el interior lo que me pareció un pez con una de las expresiones más tristes que nunca haya visto. Era un emperador. El pobre pescado, que ya no pez, iba de un lado a otro de la jaula con un nerviosismo exagerado, supongo que tratando de encontrar salida al enrejado imposible. Por suerte o por desgracia sólo había uno. Después de observar al emperador y la jaula durante un rato, continuamos nuestra ruta hacia donde sabíamos estaba anclado un catamarán. Llegamos al ancla con cámara en mano y sin ninguna otra intención que fotografiar el destrozo asegurado. La corriente apenas era fuerte, y a pesar de ello el ancla se movía con fuerza de un lado a otro. La cadena se estiraba unas veces y se arrastraba otras, llevándose por delante, a una velocidad de vértigo, corales que han podido tardar décadas en alcanzar su tamaño. Resulta increíble pensar que en GVI estamos estudiando corales de menos de 5cm y que un barco en cuestión de segundos puede llevarse por delante enormes colonias de coral… Impresionadas por el destrozo nos mirábamos la una a la otra con ojos abiertos como platos. Al poco rato de estar ahí, el ancla empezó a moverse con más fuerza todavía. Nos dimos cuenta de que el marinero de abordo estaba intentando subir el ancla. Tiraba y tiraba de ella intentando desengancharla de una enorme roca, armando la de dios ahí abajo. Lindsey y yo nos miramos leyéndonos el pensamiento. Obviamente desde el catamarán se nos veía a la perfección, ya que llevábamos con nosotras una discreta boya naranja fosforescente tan pequeña como la rueda de un camión de carga. Nos miramos de nuevo y echamos a nadar en dirección contraria, mientras el ancla alzaba el vuelo como por arte de magia. Cuando dejamos de oír el ruido del motor nos detuvimos… y empezamos nuestra identificación de corales.
Debo decir que hablamos de un Parque Nacional Marino en el que está absolutamente prohibido pescar y echar el ancla sobre el arrecife de coral. Existen dos boyas en la Bahía para que los barcos amarren sin necesidad de echar el ancla y aun así nos encontramos a diario con barcos ridículamente anclados a cinco metros de las boyas. Tanto los centros de buceo de la zona como los centros de alquiler de barcos echan el ancla sin pararse a pensar que están cavando su propia tumba. En cuanto a la pesca, desconozco la situación de los pescadores, ignoro si su situación económica es tan crítica que no tienen otra alternativa que pescar dentro del Parque nacional Marino. De lo que sí estoy segura es que los responsables de que esto no ocurra no asumen la tarea de evitar que se ancle o se pesque en un Parque Nacional Marino. No existe ningún tipo de campaña que trate de concienciar a la gente sobre la importancia del arrecife de coral, ni se asume la situación de los pesadores, que no sólo pescan en zonas protegidas sino que además venden tiburón en el mercado local.
Con este post mi intención es que quienes me leen conozcan un poquito más sobre la situación real del arrecife en Las Seychelles. No es ninguna sorpresa descubrir que, incluso en lugares como este, el gobierno y las autoridades responsables de la preservación de los recursos nacionales no asumen su tan imprescindible papel para la conservación de estos.
Y bueno, como me he puesto muy seria, quiero terminar este post con dos fotos que muestran la belleza de la cual hablo y protejo tan cegadamente. La primera foto es de una preciosa raya de metro y medio de ancho que vi el pasado sábado en Sharks Bank, uno de los sitios de buceo más solicitados por aquellos que quieren disfrutan de un buceo profundo en Mahé. La foto no es una maravilla… pero es la primera vez que consigo encajar en una misma foto a un buceador y a una raya así tan monos! La segunda foto es de una "mantis shrimp" (arg! "gamba mantis" en español?? suena feo...) Qué bicho más bonito... y qué foto, por dios, ni me creo que la saqué yo ;)
Gracias de nuevo a aquellos que me leeis :)
marta

sábado, 10 de octubre de 2009

EL GUSANILLO DEL BUCEO...

El calor que hace en esta época del año en las Seychelles es soporífero. Podría ducharme tres veces al día y todavía sudar lo inimaginable. La época de lluvias se marcha, dejando atrás una selva bien regada y un huerto aquí en la base lleno de tomates, pimientos, calabazas y papayas. El sol pega desde lo alto con su potencia máxima y la única manera real de soportarlo es pasarse el día en el agua. Buceando. Y así se hacen las cosas aquí en mi campamento, Cap Ternay. Esta nueva expedición tiene 23 nuevos voluntarios y esta vez yo estoy al otro lado, junto con ocho compañeros, dando clases de buceo y enseñando a los voluntarios todo lo que hay que hacer para que el campamento básicamente no se venga abajo y las investigaciones se lleven a cabo.
La pasada expedición, en la que yo era voluntaria, estuvimos contando peces durante semanas. Esta vez estudiaremos los corales. Catorce familias y cuarenta y siete géneros. Tengo que reconocer que los corales es algo que me impresiona… Los primeros buceos que he dedicado a aprender a identificarlos han sido como viajes a un mundo paralelo. En un instante empiezas a ver el fondo marino con otros ojos, las cosas más minúsculas e insignificantes aparecen ante tus ojos llenas de color y de vida. Cientos de corales brotan de todos los rincones posibles del arrecife y descubres con alegría cómo las Seychelles empieza a levantar cabeza tras el duro blanqueamiento del 98. De pronto hay vida infinita allí donde miras y los 45 minutos que pasas bajo el agua se convierten en un viaje que transcurre en un metro cuadrado pero en el cual se concentran casi tantos corales y seres como estrellas en el cielo. En estos buceos el tiempo se me pasa volando y cuando llega la hora de salir me apetece ponerme a lloriquear como una niña pequeña que no quiere irse del parque a casa. Y como si de un parque se tratase,los seres que con más ansia busco y persigo son los nudibranqueos, o lo que podríamos llamar gusanos de mar. Son pequeñitos, de preciosos colores, rayados o con lunares, con branquias que parecen coronas o elegantes plumeros… Se esconden por el arrecife en busca de su comida favorita. La mayoría de las especies se alimentan de algas, esponjas, anémonas y corales blandos. Sus brillantes colores no son sino una alerta a sus predadores de la toxicidad de su cuerpo. Ningún pez sería capaz de olvidar la experiencia de llevarse uno a la boca… Yo, personalmente, cada vez que veo uno soy incapaz de olvidar la experiencia…
Recuerdos desde las profundidades del Índico,
Marta
*Elias, thanks for your nice pictures… ;)
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